Controla tu mente: 4 ayudas para conseguirlo


¿Te has sentido alguna vez víctima de tus propios pensamientos?

Ya sea recordando algo del pasado que ya no volverá, ya sea imaginando un futuro incierto o simplemente fantaseando con situaciones que nunca tendrán lugar, la mayoría de las personas tenemos la mente como un motor en constante funcionamiento. En la mayoría de los casos, esto distrae nuestra atención del momento presente, nos vuelven personas más dispersas y con menos capacidad para tomar decisiones lúcidas y acertadas.

La calidad de nuestra vida depende mucho de la calidad de nuestros pensamientos


Por ello, la mente, que es un instrumento maravilloso, puede llegar a convertirse en el peor de nuestros enemigos si no la sabemos gestionar. Y es que una mente sin control es como una manada de caballos desbocada. Aprender a manejar nuestra mente nos cambia la vida. Nuestras decisiones tendrán consecuencias muy distintas si nacen de una mente clara y consciente o si son fruto del impulso y del arrebato.

Erróneamente, podríamos pensar que una mente domada es aquella que siempre está en calma, pero eso es así. En la vida nos pasan cosas, muchos agradables, pero muchas que nos estresan, nos entristecen o simplemente nos sacan de nuestra zona de confort. Por ello, una mente domada no es aquella que está todo el tiempo tranquila y calmada, sino aquella que es capaz de valorar la mejor manera de actuar en cualquier circunstancia.

Pero del mismo modo que no podemos tener una musculatura en forma sin entrenarla, no podemos pretender controlar nuestra mente sin una preparación previa y de un estilo de vida que lo hago posible.

Pautas para mejorar el control de la mente

Aquí comparto algunas pautas que nos pueden ayudar a tomar el control de nuestra mente:
1. Conócete a ti mismo.
De nada sirve luchar contra nuestros pensamientos. Lo interesante es observarlos y darnos cuenta de que es aquello que ocupa nuestra mente. A través de observar nuestros propios pensamientos podemos llegar a conocernos mejor. ¿Somos personas rencorosas, demasiado perfeccionistas, quizás somos muy sensibles y dependientes?, ¿tendemos a obsesionarnos o a lo mejor somos indecisos y nos cuesta tomar decisiones?.

2. Entrena la atención
Crucigramas, sopas de letras, sudokus, diferencias, palabras encadenadas… los pasatiempos son una fabulosa manera de prevenir el deterioro cognitivo gracias a que “nos obligamos” a razonar, usar nuestra memoria, prestar atención y manejar la lógica. Nos mantiene la mente en forma, favoreciendo una mejor capacidad de razonamiento.

3. Cuida tu cuerpo
«Mens sana in corpore sano». Ya lo decían los clásicos. Mente sana en un cuerpo sano. Si no dormimos el tiempo necesario, nuestra mente nos pasará factura. El sueño repara nuestro organismo y el sistema inmunológico se refuerza. Por ello, es clave tener unos hábitos saludables de descanso. Una alimentación equilibrada y un ejercicio moderado también condicionan el bienestar mental.

4. Encuentra un tiempo par ti
No necesitamos convertirnos en monjes budistas, basta con reservar unos minutos al día para tomar más consciencia de nosotros mismos, para observar que se mueve en nuestro interior. Un excelente y sencillo ejercicio consiste en llevar la atención a nuestra forma de respirar. Con esta práctica diaria no solo nos relajaremos más y podremos tener una mejor perspectiva de nuestra vida, además nos sentiremos mejor y nos acercaremos al objetivo de ser la mejor versión de nosotros mismos.

El síndrome del impostor

  • ¿Piensas que tus logros se deben a la suerte más que a tu talento y esfuerzo?
  • ¿Te incomoda recibir halagos y reconocimientos cuando alcanzas un éxito?
  • ¿Sientes que no estás a la altura de las ocasiones y que no mereces lo que has conseguido?

Si es el caso, puede que sufras el síndrome del impostor, un fenómeno psicológico acuñado por las psicólogas clínicas, Pauline Clance y Suzanne Imes a finales de los años 70, tras observar que muchas personas con éxito profesional, se sentían inseguras y poco preparadas para desarrollar sus trabajos.

Aunque no se considera una enfermedad ni tiene un diagnóstico clínico oficial, casi 4 décadas después de que se hablara de ello por primera vez, muchas personas en algún momento de sus vidas padecen este trastorno que distorsiona la realidad, perdiendo  calidad de vida y bienestar.

¿En qué consiste?

El síndrome del impostor provoca dificultad para interiorizar los logros que vamos alcanzando y, de algún modo, nos hace sentir que somos un fraude para los demás. Las personas que padecen este síndrome internamente tienen dificultades para interiorizar su propio éxito, creen que otras personas lo podrían hacer mucho mejor y que en las próximas veces que se enfrenten a tareas similares van a fallar.
Esta inseguridad genera ansiedad y una tendencia al perfeccionismo para evitar defraudar a los demás. Un perfeccionismo que en el ámbito laboral puede acabar generando adicción al trabajo.

¿Cómo identificarlo?

Las causas son diversas y nuestra sociedad tampoco lo pone fácil. Las redes sociales nos muestran la cara feliz y exitosa de la gente, pero no se habla con la misma naturalidad de los fracasos y errores, como parte del camino que nos ayuda a avanzar.

Las personas sabemos dónde están nuestras carencias, pero no vemos las de los demás. Siempre nos parece que el resto está mejor preparado que nosotros.

Cristina Rimbau

Sentir miedo a fracasar, tener un diálogo interno negativo, obsesionarse por los errores del pasado, dudar de las propias capacidades de forma habitual y buscar la perfección en todo lo que se hace, son indicadores a tener en cuenta.

¿Cómo superar esta limitación?

Darnos cuenta de que las cosas no se consiguen a la primera y que caernos no solo no nos hace débiles, sino que nos puede ayudar a mejorar, es el primer paso.

Cuidar el modo de hablarnos a nosotros mismos también es fundamental. “No puedo”, “no soy capaz”, “no me lo merezco” son mensajes negativos auto limitantes. Hay una gran diferencia entre decirnos “no puedo hacer esto” y decir “todavía no lo puedo hacer”. Empieza por hablarte a ti mismo del mismo modo que le hablarías a la persona a la que más quieres.

Evita las personas tóxicas que de forma sistemática dudan de tus capacidades y rodéate de aquellas personas que suman, que apoyan y que si tienen que hacer una crítica, la hacen de forma respetuosa y constructiva. En muchas ocasiones no podemos alejarnos físicamente de esas personas nocivas, pero sí tenemos el poder de no dar valor a sus comentarios e ignorar cualquier comentario hiriente.

Compararnos con los demás de manera objetiva. Las comparaciones son inevitables, al compararnos buscamos referencias para saber si vamos en la dirección adecuada. Sin embargo, tendemos a hacerlo de forma sesgada, únicamente fijándonos en las personas que lo hacen mejor. Tener referentes de los que aprender puede ser muy enriquecedor, pero si solo nos fijamos en ellos y perdemos de vista el conjunto, siempre tendremos la sensación de no ser lo suficientemente buenos.

Cuando nos comparemos con otras personas en cualquier ámbito de nuestra vida, conviene tener una mirada amplia de conjunto y no únicamente fijarnos en nuestros ideales o referentes.

Explorar nuestros propios talentos, descubrir aquello que nos apasiona y se nos da bien y compartirlo con los demás, ayudando a otras personas que están aprendiendo, nos ayudará a reforzar nuestra autoestima y nos aportará el bienestar que produce ayudar a otras personas.

Y, por supuesto, si es necesario, pide ayuda. Hay muchísimos profesionales muy bien preparados que en un momento dado nos pueden ayudar en el proceso de ser la mejor versión de nosotros mismos.

Libros de inteligencia emocional y crecimiento personal

Un buen libro no termina nunca, se esconde dentro de nosotros.

Hay libros que nos entretienen, otros nos despiertan la curiosidad y alimentan nuestra imaginación. Muchos libros que leemos los acabaremos olvidando con el paso del tiempo, pero hay algunos que a medida que los leemos nos transforman internamente y algo de ellos nos acompaña para siempre.

Hoy, 23 de abril, día Mundial del Libro, comparto con todos a los que os guste la lectura y el crecimiento personal, algunos de los libros que considero muy recomendables y que yo he disfrutado leyendo:

Espero que os sean de provecho en vuestro viaje personal de autoconocimiento y os animo a hacer esta lista mucho más larga con vuestras recomendaciones en los comentarios.

Feliz día del libro!!

Claves para no perder el control

Quién no ha perdido alguna vez el control? ¿Quién no ha dicho o hecho algo de forma instintiva de lo que después se ha arrepentido? Todos en algún momento de nuestra vida hemos perdido los nervios con la pareja, con los hijos, con los amigos o en el trabajo. Dicho de otro modo, todos en algún momento hemos sido víctimas de un secuestro amigdalar.

¿Qué es un secuestro amigdalar?
El secuestro de la amígdala es un término acuñado por el psicólogo Daniel Goleman para explicar este tipo de reacciones emocionales incontrolables y que suceden cuando perdemos el control.

¿Por qué perdemos en control?
El cerebro es un órgano muy complejo que se encarga de muchas funciones diferentes. Desde funciones más o menos inconscientes como controlar la temperatura corporal, la frecuencia cardiaca o la respiración, hasta otras conscientes como el control del movimiento, el lenguaje, el pensamiento, o la toma de decisiones.

Para llevar a cabo tareas tan diversas, distintas partes del cerebro se encargan de tareas diferentes.
La amígdala es una pequeña glándula en forma de almendra que se encuentra en la parte límbica de nuestro cerebro y es la responsable de nuestra respuesta emocional. Cuando recibimos un estímulo muy intenso, la amígdala asume el mando e inhibe durante un tiempo el córtex frontal, el área de nuestro cerebro más racional, pero que tiene un funcionamiento más lento.

Un ejemplo…
Imagina que vas a dormir y justo cuando apartas las sábanas de la cama para meterte en ella, encuentras una serpiente. La vista capta esa imagen y envía esa información rápidamente a la amígdala, esta la procesa como un peligro y en fracciones de segundo, antes de que seas capaz de pensar en nada, el organismo reacciona acelerando el corazón, dilatando las pupilas y enviando más sangre a las piernas para poder alejarte inmediatamente, incluso podrías llegar a gritar. Sin embargo, una vez en la puerta de la habitación te das cuenta de que es una serpiente de plástico y todo ha sido resultado de una broma. En ese momento, el neocórtex actúa y manda un mensaje a la amígdala de “todo bajo control, no hay peligro”.

Amígdala y neocórtex se complementan y cada uno tiene su importancia y su función esencial. Sin embargo, hay determinadas situaciones o momentos que actúan como un fuerte estímulo que es percibido por la amígdala como una amenaza, desencadenando una reacción emocional inmediata y desproporcionada, haciendo que nuestro pensamiento lógico quede supeditado al mando de nuestras emociones. Es lo que se conoce como secuestro de la amígdala y es lo que nos lleva a actuar de forma descontrolada, dejándonos arrastrar por el torbellino emocional que sentimos en ese momento.

Claves para evitar perder el control
Perder el control de forma habitual puede ocasionarnos graves problemas relacionales y múltiples conflictos con los demás, pero también con nosotros mismos, al darnos cuenta posteriormente de lo inapropiado de nuestro comportamiento.

Las personas con una baja gestión emocional son más propensas a vivir este tipo de situaciones, por ello, es fundamental desarrollar habilidades en gestión emocional. Algunas claves que nos pueden ayudar a conseguirlo son:
1. Conócete a ti mismo
Reconocer aquellas cosas que te hacen perder los papeles, aquellos temas que te irritan hasta perder el control es el primer paso para detectar y evitar ser víctima de un secuestro amigdalar.

2. Cuenta hasta 90
Popularmente se dice que antes de contestar impulsivamente es mejor contar hasta 10. Hoy se sabe científicamente que se necesitan 90 segundos para romper un estado emocional concreto. Si somos capaces de contener nuestra reacción 90 segundos, es muy probable que podamos evitar un secuestro amigdalar y perder los papeles. Otra alternativa a contar, es llevar la atención a la respiración o imaginarnos en un lugar idílico, cualquier cosa que desvíe nuestra atención de esa emoción intensa que sentimos es útil.

3. Evita el estrés
Las personas que pasan gran parte de su tiempo bajo estrés y tensión son más propensas a perder el control, por ello es muy importante intentar vivir en estados emocionales de calma y equilibrio, conscientes del presente, del aquí y el ahora. Practicar mindfulness o meditación nos puede ayudar a incorporar estados de calma en nuestro día a día.

4. Evita el contagio
Las emociones se contagian. De la misma manera que cuando estamos rodeados de alegría nos sentimos más alegres, cuando estamos cerca de alguien que ha perdido los papeles es fácil que nosotros los acabemos perdiendo también. Por ello, ante una persona en pleno secuestro amigdalar, lo mejor que podemos hacer es evitar resolver el problema en ese momento. Esto no significa que no se deba abordar, sino que es relevante encontrar el momento apropiado, en el lugar adecuado y cuanto el estado de ánimo sea más relajado.

Frases para pensar

Hay frases ocurrentes, frases divertidas e ingeniosas, frases célebres y otras anónimas, frases motivadoras e inspiradoras y otras reflexivas que invitan a la introspección. Frases que, en definitiva, por algún motivo, consiguen hacernos un clic y nos transforman.

En este post comparto algunas de las muchas frases que colecciono y que de vez en cuando, me gusta releer porque, pese al paso del tiempo, siempre me resultan reveladoras.

  • En la vida algunas veces se gana, otras veces se aprende.
  • Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar, pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar.
  • El tiempo no borra, ubica.
  • Tu mente es la mayor guionista de culebrones de la historia: se inventa relatos increíbles, generalmente basados en dramas y situaciones que jamás han ocurrido y que probablemente nunca ocurrirán.
  • Aquello que escondes en tu corazón, asomará en tu cara a través de tu mirada.
  • Los errores tienen tres pasos: aceptarlos, superarlos y no volverlos a cometer.
  • La esperanza es el sueño del hombre despierto.
  • Para ser feliz, dedica un 20% de tu tiempo a ti mismo y un 80% a los demás.
  • Diez años de amor se esfuman con dos días de odio.
  • La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos.
  • La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo.
  • El peor enemigo que puedes llegar a tener eres tú mismo.
  • Aprender sin pensar es como sumar sin números.
  • Solo los fuertes tienen la capacidad de perdonar.
  • La disculpa no siempre es el reflejo de la razón, sino el de nuestro amor por alguien por encima del ego.
  • El tiempo nos enseña que para descubrir a dónde vamos, tenemos que volver la vista atrás con cariño.
  • Sólo tus pensamientos te hacen triste o feliz, pobre o rico.
  • La vida es lo que te acontece mientras estás ocupado haciendo otros planes.
  • Si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes, también tienes razón.
  • No juzgues a nadie, pues no conoces su camino.
  • El que siempre ve lo que la vida le niega, nunca verá lo que la vida le regala.
  • A veces, lavándonos las manos, nos ensuciamos la conciencia.
  • Si quieres cambiar el mundo empieza con la siguiente persona que acude a ti con una necesidad.
  • Antes de recibir, hay que aprender a dejar ir.

Si tú también tienes alguna frase inspiradora te invito a que la compartas en los comentarios y así entre todos hacemos la lista más larga.

¿Por qué a veces resulta tan difícil perdonar?

¿Quién no ha sentido rabia alguna vez en su vida? La rabia es una emoción negativa porque resulta desagradable, pero no por ello es mala. Todas las emociones tienen su utilidad y su importancia. La rabia por ejemplo, nos ayuda a sobreponernos y a defendernos en caso de agresión. Sin embargo, si esta rabia se prolonga en el tiempo, la sed de venganza puede aparecer como única opción, lo que es un error porque la venganza solo convierte en agresor a la víctima, y no asegura la recuperación del bienestar interior. Las heridas emocionales únicamente pueden sanarse con el perdón.

«La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro»

— William Shakespeare

La venganza y el resentimiento nos mantienen en un constante estado de alerta. Algo que sostenido en el tiempo, además de hacernos muy infelices, altera nuestros niveles de adrenalina y cortisol, lo que puede llegar a alterar nuestro sistema inmunitario y cardiovascular

Entonces, si la venganza y el rencor son tan dañinos, ¿por qué nos cuesta tanto perdonar?

Porque solemos caer de varios errores nos dificultan perdonar. Los 5 errores más frecuentes son:

1º error: Pensar que para perdonar hay que olvidar.

Es un error frecuente el creer que para perdonar debemos olvidar la ofensa. Peno no necesariamente debe ser así. Perdonar no debería significar que perdamos la memoria, significa renunciar a la venganza y al odio. Significa ser capaces de continuar con nuestra vida más allá del dolor

2º error: Esperar que la otra persona cambie.

No podemos esperar que la otra persona cambie sus acciones o su comportamiento para perdonarla, porque nuestra capacidad de cambio se limita a nosotros mismos. No podemos conseguir que las otras personas actúen como nosotros deseamos, pero sí podemos quitarles el poder que ejercen sobre nosotros. Perdonar no significa necesariamente que tengamos que recuperar la relación con la otra persona. Significa tomar las riendas de nuestras vidas, más allá del comportamiento de los demás.

3º error: Anclarnos en el papel de víctima

Quizás no somos responsables de lo que nos ha sucedido, pero sí de cómo nos sentimos al respecto. Si nos aferramos a culpabilizar a la otra persona de lo que nos pasa y de como nos sentimos, nos anclamos en el papel de víctima y desde ahí es muy difícil perdonar. De nosotros depende trasformar las experiencias negativas en una oportunidad para aprender y crecer y especialmente cuidarnos para que no resulte fácil volver a dañarnos.

4º error: Perdonar solo de palabra.

Aunque pueda parecer una obviedad, el primer paso para perdonar es querer hacerlo de corazón. No se perdona únicamente con las palabras, también hay que estar dispuesto a pasar página. Perdonar tiene una parte racional, pero también tiene una enorme carga emocional. Como coloquialmente se suele decir, hay que perdonar con el corazón.

5º error: Olvidarnos que todos cometemos errores.

Cuando hablamos de perdonar, solemos pensar en los demás y olvidamos que nadie es perfecto y que nosotros también podemos cometer errores, por ello es importante comprender que la acción de perdonar muchas veces debe empezar en nosotros mismos. Mantener un elevado nivel de autoexigencia puede generarnos sentimientos de frustración, ansiedad o enfado con nosotros mismos. No se trata de ser condescendientes con nosotros mismos, sino de no machacarnos cuando fallamos o algo no nos sale bien y dedicar esa energía para poner remedio a lo que hemos hecho y si no lo tiene, pensar en qué podemos hacer para evitar ese error en el futuro.

Nada libera tanto como perdonar. (Ray A. Davis)

Competencias emocionales imprescindibles para mejorar la calidad de vida

El primer artículo científico sobre inteligencia emocional es de Salovey y Mayer y se publicó en 1990, pero fue Daniel Goleman quien impulsó su divulgación cinco años después. Desde entonces se habla mucho sobre inteligencia emocional y la incidencia de las emociones en todos los ámbitos de la vida, por ello cada vez es más frecuente que desde las escuelas se fomente desarrollo de las competencias emocionales desde bien pequeños, y ya no nos sorprende que en las empresas incorporen la evaluación de estas competencias en los procesos de selección de personal. ¿Sabes qué son las competencias emocionales y cómo puedes desarrollarlas? En este post encontrarás una primera introducción a todo ello.

«La mayoría de nuestras equivocaciones en la vida nacen de que cuando debemos pensar, sentimos y cuando debemos sentir, pensamos».

John Churton Collins

¿Qué son las competencias emocionales?

Las competencias emocionales permiten afrontar mejor los retos que la vida plantea y su ausencia conlleva muy a menudo a situaciones de conflicto, ya sea con nosotros mismos o con los demás. Según Rafael Bisquerra Alzina, se pueden definir como el conjunto de conocimientos, capacidades y actitudes necesarias para tomar conciencia, comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emociones. (Bisquerra, 2000)

De esta definición se puede destacar que las competencias emocionales implican tener unos conocimientos (“saberes”), unas habilidades (“saber-hacer”) y unas actitudes y conductas (“saber estar” y “saber ser”) integrados entre sí. Es decir, para ser competentes debemos tener el conocimiento, pero también debemos aplicar ese conocimiento y, lo que para mí es lo más importante, tener la voluntad de llevarlas a cabo.

Una competencia se desarrolla a lo largo de la vida y, en general, siempre se puede mejorar, por lo tanto a partir de la definición anterior, si deseamos crecer emocionalmente o deseamos entender el origen del por qué algunas personas se comportan emocionalmente de forma incompetente la primera pregunta que debemos realizarnos es, ¿el motivo de ese comportamiento inadecuado, poco eficiente o incluso dañino, es porque no se sabe hacer de otro modo, sí se sabe hacer de otro modo, pero no se puede o se trata más bien a que no desea actuar de diferente forma? La respuesta sincera a esta pregunta nos indicará en qué dirección debemos enfocar nuestro trabajo: conocimiento, habilidades o motivaciones.



Principales competencias emocionales


Según el modelo pentagonal de competencias emocionales desarrollado por el GROP  (Grup de Recerca  en Orientació psicopedagògica  de la Universitat de Barcelona), las competencias emocionales se estructuran en cinco grandes competencias o bloques.



La conciencia emocional es la capacidad de tomar conciencia de las propias emociones y de las de los demás. Poder percibir los sentimientos y emociones, identificarlos y darles nombre. Pero saber identificar lo que sentimos nosotros y los demás por sí solo no es suficiente, la regulación emocional es la competencia que nos permite gestionar las emociones de la forma apropiada, expresarlas de la forma adecuada y regularlas para no perder el control de nosotros mismos, lo que no quiere decir, negarlas o reprimirlas, sino afrontarlas con habilidades para gestionar tanto su intensidad como su duración. Dentro de este bloque también encontramos todas las capacidades para generarnos de forma voluntaria y consciente emociones positivas que nos generen bienestar y nos permitan disfrutar de la vida.

El tercer bloque es el de la autonomía emocional. Dentro de él se sitúa la autoestima, la automotivación, la actitud positiva, la responsabilidad y la resiliencia. En definitiva, la autonomía emocional nos permite tomar las riendas de nuestro bienestar emocional, del sentido de nuestra vida y también de la capacidad de buscar ayuda cuando no disponemos de los recursos necesarios para salir adelante.

La competencia social tiene que ver con establecer relaciones sanas con los demás a partir de saber comunicarnos asertivamente, de expresarnos de la forma adecuada, compartir nuestras emociones y acercarnos a las emociones de los demás de forma empática.


Finalmente las competencias para la vida y el bienestar están relacionadas con la organización de nuestra vida de forma sana y equilibrada, facilitándonos experiencias satisfactorias a partir de comportamientos responsables y apropiados, como por ejemplo, fijándonos objetivos adaptados a nuestras posibilidades, tomar nuestras propias decisiones sin delegar en los demás, comprometernos con la sociedad de forma solidaria y altruista.

Para la reflexión…

Invertir tiempo y energía en desarrollar estas competencias emocionales es una inversión de futuro para mejorar nuestra calidad de vida y avanzar en la construcción de una sociedad más sana y equilibrada.

Aunque el estudio científico del desarrollo emocional se remonta a pocas décadas atrás, ya se sabe con certeza que las competencias emocionales tienen un impacto directo sobre nuestra salud (estrés y ansiedad), en nuestras relaciones personales (familiares, pareja, amigos) y profesionales.

Conocernos a nosotros mismos es fundamental para poder iniciar el camino de crecimiento personal, por ello es conveniente dedicar cada día un ratito en indagar en nuestro interior. Aquí te dejo algunas preguntas que pueden ser de utilidad para identificar algunas competencias emocionales a desarrollar:

¿Sabes poner nombre a las emociones que sientes?- conciencia emocional

¿Te dejas arrastrar por tus emociones con facilidad? – regulación emocional


¿Las opiniones de los demás sobre ti afectan a cómo te valoras?- autonomía emocional


¿Renuncias a dar tus opiniones por temor a la reacción de los demás? autonomía emocional


¿Tienes dificultad para expresarte ante los demás?- competencia social


¿Te cuesta empatizar con las emociones de otras personas? – competencia social


¿Te resulta difícil encontrar motivaciones en el día a día? – competencias para la vida y el bienestar


¿Te cuesta tomar decisiones?- competencias para la vida y el bienestar

Aceptar, agradecer, disfrutar y dejar ir ¿qué nos conviene en cada momento?

 
La vida no siempre es sencilla y tomar decisiones no siempre resulta fácil. Sin duda tener claros los objetivos y las prioridades ayuda mucho, pero aun así no siempre tenemos las herramientas óptimas para saber qué es lo que más nos conviene.

Esta matriz puede parecer muy simple, pero es justamente en su simplicidad donde reside su eficacia. Aceptar, agradecer, disfrutar y dejar ir, 4 verbos que bien aplicados nos pueden ayudar a decidir con qué actitud afrontar muchas situaciones de nuestro día a día.

 

 

Placer y culpa, dos caras de una misma moneda



¿Quién no ha sentido culpa alguna vez por saltarse un entrenamiento en el gimnasio, por comer unos dulces de más, por dar una excusa inventada a alguien, por quedarse más tiempo de la cuenta en la cama o por darse un capricho más caro de lo previsto?.

La culpa es una emoción que pertenece a la familia de las emociones negativas, pero que sea negativa (desagradable de sentir) no quiere decir que sea mala, todas las emociones tienen su utilidad. En el caso de la culpa, esta nos hace conscientes de que algo hemos hecho mal para facilitar el intento de repararlo. La culpa tiene pues una función de facilitar nuestra adaptación al entorno.

Sin embargo a veces también nos sentimos culpables sin razón objetiva, generando en nosotros un malestar innecesario provocado por los remordimientos. En estas ocasiones la culpa no solo no tiene ninguna utilidad sino que además nos perjudica.

Aprender a conocer y gestionar la culpa es el primer paso para pasar página y no quedarnos atrapados.

Lo primero a tener en cuenta es que no todos experimentaremos culpa ante las mismas cosas. La culpa tiene mucho que ver con nuestro mapa de creencias, con nuestros valores y también con aquellos mensajes que recibimos en nuestro entorno. La sociedad actual también contribuye a que nos sintamos culpables. El canon de belleza es muy estricto y el éxito suele medirse por el nivel de productividad y por nuestra capacidad de alcanzar metas y objetivos.

Por todo ello, las personas exigentes, perfeccionistas y aquellas que desean siempre contentar a todos son más propensas a experimentar la culpa, porque, de alguna manera, inconscientemente llegan a creer que no se merecen disfrutar o temen volverse indulgentes consigo mimas y perder en control.

En la vida los momentos de placer son tan necesarios como los momentos de esfuerzo.

Cuando sentimos placer, cuando disfrutamos con algo, nuestro cerebro segrega endorfinas, también llamadas hormona de la felicidad, pues nos produce bienestar.

Sin embargo una vida entregada a la búsqueda del placer constante a la larga también nos conduce al sufrimiento, pues de alguna manera alcanzar el placer inmediato que nos puede producir una determinada actividad, con el tiempo nos puede volver dependientes y esclavos (la ludopatía, el consumo de drogas, comer de forma compulsiva son algunos ejemplos extremos de ello).

La clave, una vez más, está en tomar conciencia. Cuando tomas conciencia, eliges vivir la vida desde la responsabilidad y como persona responsable de ti misma, eliges libremente en cada momento las decisiones que deseas tomar, sin dejarte llevar por la búsqueda del placer inmediato si sabes que a la larga esa cosa  te perjudica, pero tampoco renuncias a esos momentos que, sin hacer daño a nadie, disfrutas de la vida.

Ideas que nos pueden ayudar:
1.- Haz una lista de pequeños placeres cotidianos que puedas incorporar a tu día a día. No hace falta que sean ostentosidades, por ejemplo puede ser tomarse una taza de té a media tarde, darse una ducha caliente antes de irse a dormir, no usar el despertador el fin de semana…
2.- Rompe la rutina. Está muy bien tener unos hábitos y seguir unas rutinas pero de vez en cuando también es recomendable ser flexible y salirse un poco de ellas.
3.- Elige muy bien con quién compartes tu placer. No todas las personas nos entienden igual ni se alegran por nosotros del mismo modo. Para evitar que alguien nos amargue un momento placentero y nos haga sentir culpables, es importante saber elegir a quien le explicamos nuestras cosas.

Recuerda que…

La culpa es causada por un exceso de pasado y una falta de presente.
Eckhart Tolle

Saciar con palabras el hambre de piel

¿Cuándo ha sido la última vez que has compartido tus sentimientos con alguien importante para ti?
¿Recuerdas la última vez que le has dicho a alguien cuanto la valoras y cuanto la quieres? un hijo, un padre, un amigo…

Existen muchos estudios científicos que demuestran la importancia del contacto físico y los numerosos beneficios de las caricias y los abrazos para nuestro bienestar emocional. Algo que todos estamos pudiendo comprobar en la situación actual, donde el confinamiento en casa y el distanciamiento social han sido y siguen siendo las principales armas para hacer frente a la pandemia del Coronavirus.

Los abrazos han sido substituidos por un leve roce entre codos y los besos por la búsqueda de una mirada amiga en rostros ocultos tras mascarillas. Los niños no pueden jugar con sus amigos, las relaciones laborales se vuelven  más distantes y las vídeolladamas y los mensajes de whatsApp sustituyen a los cafés y las cervezas con los amigos.

La necesidad manda, nada que objetar, pero son momentos como los actuales en los que la comunicación interpersonal personal adquiere si cabe mayor valor, pues es a través de las palabras que debemos saciar nuestra hambre de piel.

Sin embargo ni todas las palabras significan lo mismo ni todas las conversaciones nos satisfacen igual, por ello en estos momentos debemos ser  más cuidadosos en la forma y el modo en que nos expresamos y en nuestra manera de relacionarnos.

5 niveles de comunicación

Unas de las metáforas más recurrentes en crecimiento personal es la del Iceberg, en la que la parte del hielo que emerge sobre el agua equivale a lo consciente , lo que mostramos, lo que apreciamos,  mientras que la parte sumergida representa lo íntimo, lo profundo, nuestra parte más interna y, seguramente también la más genuina y auténtica.

Esta metáfora es igualmente de válida para entender los 5 niveles de comunicación.

El nivel 1, es el más superficial, en el que no hay ni se busca ningún tipo de compromiso. Hablar del tiempo, es quizás el ejemplo más frecuente de este nivel de comunicación.

El nivel 2 también está dentro del ámbito de la comunicación superficial. En este caso, la atención se sitúa sobre terceras personas. Hablar de la vida de famosos o de otras personas que no están presentes formarían parte de este nivel de comunicación.

El nivel 3 es intermedio. Cuando hablamos de nosotros mismos, cuando hablamos de lo que nos gusta, de nuestras aficiones o nuestras preferencias, nos situamos en este tercer nivel. Todavía forma parte del ámbito superfluo (la parte del iceberg que emerge del agua), sin embargo las conversaciones del nivel 3 nos nuestra más accesibles a los demás.

Los niveles 4 y 5 son los más profundos  y se dan cuando hablamos de cómo nos sentimos con nosotros mismos (nivel 4) o de cómo nos sentimos respecto a la persona con quien se habla (nivel 5)

En los momentos en que el contacto físico no es posible o es muy limitado, cuando no podemos expresar con gestos el aprecio hacia la otra persona, las conversaciones de 4º y 5º nivel se vuelven todavía más necesarias.

Avanzar paso a paso

De la misma manera que un buzo no puede sumergirse a gran profundidad de golpe, pasar de un nivel a otro requiere un avance gradual, y aunque las conversaciones de 4º y 5º nivel no se producen a diario, es muy recomendable propiciarlas con cierta regularidad con las personas que son realmente importantes para nosotros.

Verbalizar a alguien lo mucho que nos importa o reconocer cuanto nos gusta o valoramos algún aspecto de su forma de ser  hará que nos sientan más cerca y reforzará la relación.

Recuerda que:

La forma en que nos comunicamos con otros determina la calidad de nuestras vidas.-Anthony Robbins.